domingo, 17 de mayo de 2015

Nadiesabe






















La certeza de que nos van a comer los gusanos aparece, siempre, puntual, a la hora de nuestra siesta. Creo que el perro de la planta baja lo sospecha; yo me concentro en su ladrido, trato de captar las distintas dimensiones de una tarde cualquiera. Echado con la ropa puesta, el cielo gris del otoño, la boca apenas pastosa.

Ella me dijo así: tu aliento a cigarrillo me da nauseas, y en ese instante todo se rompió en mil pedazos (¿quién lo notó en el momento exacto?), en fin, ninguno sintió demasiada pena. Fue como esos incendios intencionales que se hacen en los bosques de la Patagonia para evitar la sobreforestación. Después la llevé hasta la casa y no hablamos en ningún semáforo. Eran más de la 5AM. Ella prefería un taxi pero insistí, yo quería manejar el auto nuevo de mi viejo, que  justo estaba de viaje por las cataratas. Lo puse bien, después de dejarla, por la 9 de Julio hasta Barracas, pasé por la puerta de lo de mi ex novia y la cuadra estaba muerta.

A la vuelta me ven pasar los patrulleros, las putas, los que deambulan entre un boliche y otro, los miembros de la dark side of buenos aires. Yo supe ser un murciélago, supe frecuentar, incluso la madrugada de los lunes, los martes, las mesas altas de los kioscos de Corrientes. Y puedo volver a contar, así como existe la canción más hermosa del mundo, o el gol de Maradona a los ingleses, puedo contar una vez más la escena más triste que se haya visto jamás: pero no ahora.

Che, que me gustaba esa manera de mirarme y decirme no sé. Está bien, si nadie sabe demasiado. Mi contraseña de mail es nadiesabe, recuerdo que también le dije eso, que se podía quedar tranquila. Yo quería meterle fricción, tensión, cine, al diálogo, pero todo era demasiado berreta como para derramar siquiera media lágrima.