martes, 11 de febrero de 2014

Bowling



















Lo que nos gusta de vos es otra cosa, V., en otra época nos hubiéramos fijado en la carita, en la cintura marcada, pero ahora caes con todo ese mambo de simpatía, preguntás los nombres para acordártelos de veras y todos nos vamos enamorando en fila porque eso es lo que necesitamos, una figura maternal que nos contenga. El vestido con tachas lo sabías llevar, caminabas con actitud, no como esa piba que vimos cruzar la zebra el otro día con el Bebé, muy linda ella, pero que le faltaba elegancia para cargar con todo el encanto que la naturaleza le dio.

El sueño del niño Maradona era jugar un mundial. El mío era aguantar despierto hasta que amaneciera. Ahora son las siete y media de la mañana y estoy a la salida del Mcdonalds cheto de Santa Fe y Callao con toda la gilada y sus corte de moda escobillón, todos careteando en la puerta y hay uno que le tira picos a la novia que está buena. En el medio hay una loca (pero no me gusta llamarla así) que grita sola, le grita a todos los hombres de su vida que la dejaron tirada y también habla de Cromagnon y del Parque Hindú ¿qué carajo es el Parque Hindú? Eso me pregunta Alejo en voz baja y le digo que no tengo idea, pero la mina sigue gritando, dice que ahora por tu culpa, hijo de mil putas, tiene que vivir en la plaza y entonces aparece un banana que se hace el gracioso y la quiere cancherear y ella le dice no estoy hablando con vos, pendejo millonario. A mí todo me parece muy contable.

Terminamos el cigarrillo y volvemos con el caballo cansado por la avenida. Alejo me pregunta si vamos a hablar de vos y yo le digo que si ahora queremos hablar de vos es por algo. Que vos tenes algo, V., otra cosa.

Dia 2. Ayer estaba manijeado por la electricidad y la humedad al 94% que flotaba en el aire. Releo lo que escribí a las siete de la mañana y me hace gracia lo de la figura maternal, di en el clavo con esa pero el resto es puro bullshit.

 A la noche voy a jugar al bowling por segunda vez en mi vida, sé que es la segunda aunque no recuerde la primera. Un amigo organizó una salida de seis porque no le dio para invitar a salir una mina y ni siquiera le dio para salir de a cuatro. (Ahora que pienso no tiene sentido seguir dirigiéndome a vos porque ya no tenés nada que ver con todo lo que viene ahora, pero no quiero corregir lo anterior y cambiar la segunda persona así que lo único que me queda es despedirte, adiós, V.). Mi pareja es una chica rubia que las pocas veces que levanta la vista de su celular es para hablar con alguna de sus amigas o cuando le toca su turno de tirar. Pide una coca y después una cerveza y no invito ninguna de las dos. Yo tomo agua.

Sólo hablamos a la salida, mientras caminamos hasta los autos. Me dice que no puede tomar cerveza porque con un vaso “ya estoy touché”. Le pregunto si en este momento está borracha y me dice que un poco, y entonces largo una carcajada un tanto forzada y eso es todo, adiós para vos también, chica touché.

Vuelvo atrás. La que me gusta es la de mi amigo, es hincha de Ferro y me dice Tin con mucho énfasis en la “t”, TTTin. Eso me molesta un poco pero lo puedo tolerar. También chatea mucho pero siempre con su padre que le pide que vuelva temprano porque se siente solo. Ferro nos muestra los mensajes y pone cara de ternura. “Es domingo, yo que vos iría volviendo porque la gente se amasija mucho los domingos a la noche”, el que habla es mi amigo, que no se da cuenta acaba de perder a Ferro para siempre porque la joda no le gustó ni un poco y ahora le dice, con todas las letras: i-m-b-é-c-i-l. Después, cuando le toca su turno en el bowling hace cualquier cosa, tira un globito en vez de largar la pelota a ras del suelo y casi rompe el parquet de la cancha con el impacto del pique. Estás loquísima, Ferro, ya tenés toda mi atención.

Jugamos los diez turnos cada uno y termino primero en la tabla.

Te ofrezco alcanzarte hasta tu casa y nos subimos a mi auto. Te tendrían que haber dado una chaqueta como a Homero, me decís mientras luchas contra un encendedor sin gas. Agarramos Sarmiento y me contás que pintás, pero aclarás varias veces que solamente como hobbie, y yo ya sé, Ferro, pintores que vivan de eso quedan tres en toda la Argentina. Después me mostrás en tu célular algunos cuadros que pintaste, son fotos a los cuadros colgados, en realidad, no se ve muy bien, y yo hago los chistes de muy lindo el empapelado de atrás, muy lindo ese marco, pero esos son más suaves que el chiste negro de mi amigo y ahora te reís. De todas maneras no te voy a pedir el número, Ferro, yo no le escupo el asado a mis amigos, así que estos serán nuestros últimos diez o doce minutos, tomamos Libertador y me contás que usas acrílicos nacionales porque los Winton están un huevo ¿Winton hace acrílicos también? Me aclarás que sí, y después seguimos hablando de vos, de vos, de vos, nunca de mí, hasta que llegamos a la puerta de tu casa y suena la chicharra. Te miro cruzar Santa Fe, bucear las llaves en la cartera y no sé porqué pero pienso en tu padre, el living a oscuras y su cuerpo azulado por la pantalla prendida de la tv, no debe ser muy distinto al mío, tu padre, pero a mí no me está esperando nadie en casa, pienso que podría dar algunas vueltas con las ventanas bajas hasta prender la luz de reserva, hacer el Bajo, San Telmo, La Boca y volver por Barracas, pero en cambio agarro el camino de vuelta hasta mi casa y después de quedarme en calzones pienso por última vez en vos. Yo no te lo dije pero el capítulo que me nombraste en el que Homero trabaja en un bowling es uno de mis preferidos. Hay una escena que es letal: Marge entra al cuarto para contarle a Homero que está embarazada de Maggie y se lo encuentra arrodillado al pie de la cama ofreciéndole un trato a Dios, le está diciendo que si deja todo como está él nunca más va a volver a pedirle nada.

Dejemos todo como está, Ferro.