Lo que nos gusta de vos es otra cosa, V., en otra época nos hubiéramos fijado en la carita, en la cintura marcada, pero ahora caes con todo ese mambo de simpatía, preguntás los nombres para acordártelos de veras y todos nos vamos enamorando en fila porque eso es lo que necesitamos, una figura maternal que nos contenga. El vestido con tachas lo sabías llevar, caminabas con actitud, no como esa piba que vimos cruzar la zebra el otro día con el Bebé, muy linda ella, pero que le faltaba elegancia para cargar con todo el encanto que la naturaleza le dio.
El sueño del niño Maradona era jugar un mundial. El mío era
aguantar despierto hasta que amaneciera. Ahora son las siete y media de la
mañana y estoy a la salida del Mcdonalds cheto de Santa Fe y Callao con toda la
gilada y sus corte de moda escobillón, todos careteando en la puerta y hay uno que
le tira picos a la novia que está buena. En el medio hay una loca (pero no me
gusta llamarla así) que grita sola, le grita a todos los hombres de su vida que
la dejaron tirada y también habla de Cromagnon y del Parque Hindú ¿qué carajo
es el Parque Hindú? Eso me pregunta Alejo en voz baja y le digo que no tengo
idea, pero la mina sigue gritando, dice que ahora por tu culpa, hijo de mil
putas, tiene que vivir en la plaza y entonces aparece un banana que se hace el
gracioso y la quiere cancherear y ella le dice no estoy hablando con vos, pendejo
millonario. A mí todo me parece muy contable.
Terminamos el cigarrillo y volvemos con el caballo cansado
por la avenida. Alejo me pregunta si vamos a hablar de vos y yo le digo que si
ahora queremos hablar de vos es por algo. Que vos tenes algo, V., otra cosa.
Dia 2. Ayer
estaba manijeado por la electricidad y la humedad al 94% que flotaba en el aire.
Releo lo que escribí a las siete de la mañana y me hace gracia lo de la figura
maternal, di en el clavo con esa pero el resto es puro bullshit.
A la noche voy a
jugar al bowling por segunda vez en mi vida, sé que es la segunda aunque no
recuerde la primera. Un amigo organizó una salida de seis porque no le dio para
invitar a salir una mina y ni siquiera le dio para salir de a cuatro. (Ahora
que pienso no tiene sentido seguir dirigiéndome a vos porque ya no tenés nada
que ver con todo lo que viene ahora, pero no quiero corregir lo anterior y
cambiar la segunda persona así que lo único que me queda es despedirte, adiós, V.).
Mi pareja es una chica rubia que las pocas veces que levanta la vista de su
celular es para hablar con alguna de sus amigas o cuando le toca su turno de
tirar. Pide una coca y después una cerveza y no invito ninguna de las dos. Yo tomo
agua.
Sólo hablamos a la salida, mientras caminamos hasta los
autos. Me dice que no puede tomar cerveza porque con un vaso “ya estoy touché”.
Le pregunto si en este momento está borracha y me dice que un poco, y entonces largo
una carcajada un tanto forzada y eso es todo, adiós para vos también, chica
touché.
Vuelvo atrás. La que me gusta es la de mi amigo, es hincha
de Ferro y me dice Tin con mucho énfasis en la “t”, TTTin. Eso me molesta un
poco pero lo puedo tolerar. También chatea mucho pero siempre con su padre que
le pide que vuelva temprano porque se siente solo. Ferro nos muestra los
mensajes y pone cara de ternura. “Es domingo, yo que vos iría volviendo porque
la gente se amasija mucho los domingos a la noche”, el que habla es mi amigo, que
no se da cuenta acaba de perder a Ferro para siempre porque la joda no le gustó ni un poco y ahora le
dice, con todas las letras: i-m-b-é-c-i-l. Después, cuando le toca su turno en
el bowling hace cualquier cosa, tira un globito en vez de largar la pelota a
ras del suelo y casi rompe el parquet de la cancha con el impacto del pique.
Estás loquísima, Ferro, ya tenés toda mi atención.
Jugamos los diez turnos cada uno y termino primero en la
tabla.
Te ofrezco alcanzarte hasta tu casa y nos subimos a mi auto.
Te tendrían que haber dado una chaqueta como a Homero, me decís mientras luchas
contra un encendedor sin gas. Agarramos Sarmiento y me contás que pintás, pero
aclarás varias veces que solamente como hobbie, y yo ya sé, Ferro, pintores que
vivan de eso quedan tres en toda la Argentina. Después me mostrás en tu célular
algunos cuadros que pintaste, son fotos a los cuadros colgados, en realidad, no
se ve muy bien, y yo hago los chistes de muy lindo el empapelado de atrás, muy
lindo ese marco, pero esos son más suaves que el chiste negro de mi amigo y
ahora te reís. De todas maneras no te voy a pedir el número, Ferro, yo no le
escupo el asado a mis amigos, así que estos serán nuestros últimos diez o doce
minutos, tomamos Libertador y me contás que usas acrílicos nacionales porque los Winton están
un huevo ¿Winton hace acrílicos también? Me aclarás que sí, y después seguimos
hablando de vos, de vos, de vos, nunca de mí, hasta que llegamos a la puerta de
tu casa y suena la chicharra. Te miro cruzar Santa Fe, bucear las llaves en la
cartera y no sé porqué pero pienso en tu padre, el living a oscuras y su cuerpo
azulado por la pantalla prendida de la tv, no debe ser muy distinto al mío, tu
padre, pero a mí no me está esperando nadie en casa, pienso que podría dar
algunas vueltas con las ventanas bajas hasta prender la luz de reserva, hacer
el Bajo, San Telmo, La Boca y volver por Barracas, pero en cambio agarro el
camino de vuelta hasta mi casa y después de quedarme en calzones pienso por
última vez en vos. Yo no te lo dije pero el capítulo que me nombraste en el que
Homero trabaja en un bowling es uno de mis preferidos. Hay una escena que es
letal: Marge entra al cuarto para contarle a Homero que está embarazada de
Maggie y se lo encuentra arrodillado al pie de la cama ofreciéndole un trato a
Dios, le está diciendo que si deja todo como está él nunca más va a volver a pedirle
nada.
Dejemos todo como está, Ferro.