lunes, 1 de julio de 2013

LA RISA CAMPEON




Ocho, diez, doce tipos colgados del arco, festejando en el medio de un páramo absoluto, apenas un tractor tosiendo allá lejos, son las 19 y es invierno, el sol cae de golpe y le deja lugar a una oscuridad espesa que apenas resalta el blanco de la casacas, nada que dé luz artificial, y en los arboles del Condado solo rebota el dale campeón, dale campeón, o el hay que saltar, hay que saltar, porque pinturas, no existe más. Si lo hubiéramos planeado no hubiera salido tan pintoresco todo.

La Risa salió campeón y consiguió su primer estrella. Ocho triunfos, dos empates y una derrota que redondean una campaña inmejorable. Eso es todo lo que hay que dar de información, para luego pasar a toda la fantasía y el realismo mágico que rodean a este club. ¿Club? Volvemos del Condado, yo estoy en el asiento trasero con Lucás Malbrán, que jugó apenas unos minutos este campeonato, de onda, y que vino a ver otros partidos, y me dice: no te das una idea de lo feliz que estoy. Entonces yo pienso: Lo logramos, formamos un club. Fin.

Hinchas que son jugadores y al mismo tiempo hinchas y al mismo tiempo compañeros. Eso es La Risa. Nada de amiguismo aquí. Una palabra de mierda, amigo. Me parece más noble el "eh amigo" del trapito que viene a pedirte unos mangos para preservar la salud de tus cuatro ruedas que cualquier salame hablando de amigos son los amigos un viernes cualquiera. Acá, cuando entendimos que ganar y salir campeones estaba por encima del concepto de amistad (siempre tan flojito de papeles), las cosas empezaron a salir bien. Como bien dijo Van Bronckohorst, "para jugar con tus amigos armate un truco". Fin.

De todas maneras, eso no quita que haya como diez momentos del sábado que no voy a olvidar nunca en mi vida. Y, oh casualidad, en todos está el cabegoool.

Pero primero lo primero. A las doce del mediodía nos citamos en lo de Roberts. Fuimos llegando de a poco, emocionados por lo que se venía, y hasta hubo uno que entró con una filmadora haciendo primeros planos. Ahí tienen al más manija. Cuando se apagaron las cámaras comimos unos panchos con pan lactal para demostrarle al mundo que somos humanos, y después habló el capitán mientras algunos, a pesar de que estaba prohibido, se prendían cigarrillos a escondidas para engañar a los nervios. Todo muy cool, con la pileta impecable de fondo y una cancha de fútbol tenis que se montó en tiempo record. A mí me tocó con el cabegoool y perdimos todos los partidos. Señal que cabalgamos, cabegol de mi vida.

Finalmente nos subimos a los autos y en el de Alejo, donde viajaba este humilde jugador, pusieron un tema de Clint Mansell que me blindó el corazón. Ya estaba listo para la guerra, aunque hubo un mal cálculo bélico y de golpe nos dimos cuenta de que nos quedaba una hora muerta hasta que empezara la gran batalla. Entonces toda la euforia se fue apagando y cuando ya estábamos cayendo en la cuenta de que nada de esto tenía sentido y que nuestras vidas eran irreversiblemente tristes, justo terminó el partido de la cancha siete y salimos a saludar al círculo central. César, los que vamos a morir te saludan, gritamos a coro, y después improvisamos un mono para calentar las piernas.

Mucha presencia paterna en las gradas, lo que daba un clima más de intercolor de sexto grado que de definición de Torneo Nestor Kirchner Uvita Edición 2013. Lucas Malbran, que había caído con sus Ray Bay originales y toda su facha a cuestas (siempre, siempre basada en la experiencia y el conocimiento absoluto) en busca de mujeres virgenes, se llevó una gran desilusión: nadie le avisó que el Departamento de Relaciones Públicas de LRDJ lleva meses cerrado. Una pena por él y su virilidad,  vigente por el momento. Todas las mujeres que había tenían dueño, y se fueron acomodando a medida que llegaban para aprovechar el último sol caliente de este invierno furioso que se avecina.

De la línea de cal para adentro, nada demasiado destacable, por lo menos en la primera media hora. La Risa entró muy nerviosa y a cada rato los players cogoteaban hacia la cancha de al lado a ver qué pasaba con los jujeños y los muchachos de Pink Mount. Así que, entre los que miraban la definición vecina y los que se quedaron mirando al juez de línea por una mano grosera en el ataque de Tutucas, nadie se percató que el delantero rival, el máximo goleador del Nestor Kirchner Uvita 2013, penetró el área y estampó un cabezazo furibundo en el arco de Baggio La Cabra. Uno a cero abajo y las preguntas empezaron a hacer fila en el culo de varios de nuestros jugadores. Mamita.

Por suerte tenemos a Miatello, sí, Miatello, el mismo que de una temporada a la otra cambió silbidos por aplausos a base de esfuerzo y algunos goles importantes. Bien, Miatello, gracias Miatello por ser bicho y saber exagerar una falta sutil en el vértice del área. Penal para la Risa y a practicar las distintas cábalas. La mía, acercarme al banco de suplentes y exigir agua de mala manera para impresionar a las chicas; tomar un trago y tirar la botella con desprecio. Amo esos momentos. Pero peor la estaba pasando Miguens, que se jugaba todo su prestigio en un tiro de los doce pasos. Si fallaba, dejaba automáticamente de ser el Jugador del Año para ser un pechofrío amargo hincha de Independiente, que de la mano del Tolo...en fin. Así es el fútbol, sin grises. Pero Miguens, con esa soberbia tan característica de su padre Sir Emily Raymond, eligió fuerte al medio y festejó agarrándose los huevos a lo Chipi Barijho. Gracias Miguens también por no achicarse nunca.

Uno a uno y al entretiempo. Mamita.

Fueron veinticinco minutos del complemento en donde La Risa no pudo lastimar al rival. Además, tuvimos que aguantar a los amigos de Pink Mount que dieron vuelta el partido y festejaron en una montonera propia de un poster doble de El Gráfico. Claro, así la situación, eran campeones, y por lo menos en mi culo ya las preguntas sacaban ticket y tenían turno para más o menos dentro de sesenta números. Un caos. Y, como si fuera poco, cambio en La Risa: sale con el 16 el cabegool y entra Martinez One Lung Zuviría. Sorpresa en muchos rostros porque uno de los jugadores más importantes de los últimos partidos dejaba la cancha. Fue así como el técnico interino Silveyra, que nunca supo manejar bien las presiones de afuera, lo devolvió a la cancha. Y el cabegoool respondió. En un corner de ocho rebotes y seis preinfartos, la pelota quedó boyando en el área y el 16 le entró fuerte, la pelota rebotó en un rival y entró lentamente con un efecto venenoso. Repito: si lo hubieramos planeado no salía tan pintoreco.

Alegría inmensa, alegría infinita sólo comparable con el orgasmo de seis minutos de un chancho. Ahhh, tantas veces que tuvimos que pelear abajo para no desaparecer ¡cómo nos merecíamos esto! Hubo un tercero, también del cabegool, pero a esa altura ya no importaba nada. Los jugadores de Tutucas aprovechaban los cruces en los tiros libres para felicitarnos. A mí me dio la mano un colorado que parecía muy emocionado. Que la fuerza te acompañe, 18, me dijo. Gracias, colorado, nunca me voy a olvidar de vos. Sonó el silbatazo final y empezó el descontrol.

Llevo en mis oídos la más maravillosa música de esos festejos. Dimos la vuelta, hicimos la lluvia de champagne importado y sujetamos las bengalas con orgullo. Las cámaras no paraban de gatillar. Pum, pum, pum, sonaban los tres tiros y las metralletas.

Tomamos cerveza importada de la Copa: todo un símbolo de que nos cojimos a todos. Salud, La Risa de José, ahora por el bicampeonato.