Entonces
(la tentación de
siempre
empezar con entonces),
entonces nos amotinamos
frente a una tele
a ver la pelea de José
Aldo
1.
Antes había estado hablando con una chica de negro. Me contó que
estudiaba Sociología y cuando le dije que yo también se le transformó la cara, me
trató como a un hermano y yo empecé a arrepentirme de haber mentido.
Me dijo así: puedo invitarte
a nuestras reuniones de Sociología.
Pero yo lo único que quiero, mujer de negro, es llegar un día a casa y decirle a papi que me recibí. Y después…no sé qué sigue.
Pero yo lo único que quiero, mujer de negro, es llegar un día a casa y decirle a papi que me recibí. Y después…no sé qué sigue.
Eran en San Isidro, las reuniones. De allí la mujer y todos los extras que reían y gritaban a coro. La gente de San Isidro
es distinta, pero entre ellos se entienden. Por esos lugares, los muchachos como
yo siempre tienen una hermana menor a la que odian, a la que aman, a la que
detestan, pero casi nunca la nombran. Yo los envidio en todo.
Pero sobre todo envidio sus estaciones de servicio, con esos kioscos
de luces blancas y brillantes y sus góndolas multicolores. Cuando llega el peor invierno ponen la
calefacción al máximo, y se está tan bien, allí dentro...
2.
2.
Apurate Agustín, apurate Agustín, apurate Agustín, sé que rezaba mi chica desde el auto, mientras yo terminaba de pagar los cigarrillos y las mentas. Ah, pero esto también hay que decirlo: esa chica, esa noche, ya no era mi chica.