lunes, 4 de febrero de 2013

Dos noches en la Petrobras de Uruguay y Blanco Encalada


Entonces
(la tentación de siempre
empezar con entonces),
entonces nos amotinamos
 frente a una tele
a ver la pelea de José Aldo
1.

Antes había estado hablando con una chica de negro. Me contó que estudiaba Sociología y cuando le dije que yo también se le transformó la cara, me trató como a un hermano y yo empecé a arrepentirme de haber mentido.

 Me dijo así: puedo invitarte a nuestras reuniones de Sociología.

Pero yo lo único que quiero, mujer de negro, es llegar un día a casa y decirle a papi que me recibí. Y después…no sé qué sigue.

Eran en San Isidro, las reuniones. De allí la mujer y todos los extras que reían y gritaban a coro. La gente de San Isidro es distinta, pero entre ellos se entienden. Por esos lugares, los muchachos como yo siempre tienen una hermana menor a la que odian, a la que aman, a la que detestan, pero casi nunca la nombran. Yo los envidio en todo.

Pero sobre todo envidio sus estaciones de servicio, con esos kioscos de luces blancas y brillantes y sus góndolas multicolores. Cuando llega el peor invierno ponen la calefacción al máximo, y se está tan bien, allí dentro...

2.

Apurate Agustín, apurate Agustín, apurate Agustín, sé que rezaba mi chica desde el auto, mientras yo terminaba de pagar los cigarrillos y las mentas. Ah, pero esto también hay que decirlo: esa chica, esa noche, ya no era mi chica.