lunes, 24 de septiembre de 2012

Manejando el auto de mi viejo



Ya era de noche y caía una garúa fina, yo manejaba, manejaba, hasta San Fernando manejé y en un semáforo me cambié la remera por una camisa que me prestó mi amigo el Bebé, una camisa blanca y de etiqueta para la entrevista de un laburo que nunca me darían, pero eso yo no lo sabía, y en el último semáforo, el del Monumental, me cambié de ropa en tiempo record.

Cuando manejo solo y de noche me reencuentro. A veces me pongo de muy buen humor, como aquella noche de la entrevista. A veces miro los árboles del costado y tengo ganas de encararlos. A Seymour Glass le pasaba. Otras veces engancho una linda canción en la radio y los ojos se me ponen aceitosos como los ojos de un pescado, y entonces piso el acelerador a fondo, o paro en una YPF a comprar cosas que no quiero, chupetines de chocolate, cigarrillos, latas de Pepsi. Hacer la fila en la YPF mientras el auto de mi viejo se queda afuera pastando, eso es poesía. Los Galaxie hicieron un tema copado solamente con esa escena.

Haber manejado un par de veces de noche fue de lo mejor que me pasó en el 2012. Seguramente haya sido de lo mejor del 2011, también, pero ya no me acuerdo.