Es domingo y me estoy boxeando con la tristeza. Sin embargo, hay algo
en mí, solo una cosa, que siento que está en su lugar. Porque ayer volví a
jugar al fútbol. Ayer volví a respirar ese olor a pasto que te limpia los
pulmones. Ayer metí un par de pases buenos, no muchos, en realidad casi
ninguno, pero marqué, corrí, molesté…eso me pone bien.
A la noche me junté en un bar de Arenales con algunos del equipo. Hablamos
del partido. Estar sentado en una barra, ya bañado, con las piernas todavía un
poco duras, hablando del partido de hace unas horas, es algo único. Ayer volvió
el futbol y todo lo que tiene que ver con el fútbol, el viaje eterno en auto,
el trote para calentar los músculos, los jueguitos con la zurda y la derecha
para afinar los pies, los noventa minutos, el lomito, la tarde que se va
apagando, etcétera.
Hay que hablar del partido en sí. También hay que decir que
LR comenzaba ayer una nueva etapa, sin su histórico capitán y figura. Con
arquero nuevo, además, un personaje misterioso que ataja con guantes de jardinero pero
que en el primer tiempo sacó una pelota inolvidable. Tuvo un buen debut. Le
decimos la Araña ,
como Lev Yashin, el mejor arquero de todos los tiempos.
En general, no jugamos mal. Tampoco jugamos demasiado bien. Es
obvio que al equipo le falta aceitarse, no tengo duda que a partir de la
segunda o tercer fecha se va a ver otro equipo. Por suerte, la defensa se no se
desarmó con respecto al torneo pasado. Los cuatro de abajo ya se conocen de
memoria y ayer estuvieron más sólidos que nunca. Los problemas aparecen en el
mediocampo y arriba, donde se nota que varios jugadores están fuera de
estado. El alcohol es bastante forro, siempre que puede te recuerda que sos un
infeliz que se va a morir en cualquier momento.
En el segundo tiempo nos embocaron. De pelota parada, as
ever. Pero La Risa
no se vino abajo y unos minutos más tarde pudo empatar. Empatamos, uno a uno,
nada del otro mundo.
Terminado el partido alguien trajo una heladera llena de
cervezas heladas. También aparecieron mujeres, y un auto con el baúl abierto haciendo
estallar los parlantes, y una moto, blanca, lustrada. Eran los del otro equipo.
Nosotros nos tiramos a un costado de la cancha a descansar, a sacarle el barro
a los botines, a llamar por teléfono a nuestras madres para avisar que a la
noche comíamos en casa.
A la madrugada, después del bar, me volví caminando con el nuevo
capitán. Fuimos a matar un pancho con papas a Suipacha. Tenían chucrut, eso me
puso de buen humor. El lugar era una panchería pero si seguías para el fondo se
transformaba en puticlub. Un bulo con una panchería en el frente, que lindo país.
Hace poco leí que Macri quiere declarar Buenos Aires como la Capital Mundial
del Amor. En su momento me pareció una pelotudez importante. Yo no soy macrista ni
kirchnerista ni antimacrista ni antikirchnerista. La política, mientras la Gorda siga sin llegar al
poder, me tiene sin cuidado. Pero ayer, después de enterarme de que hay un
puticlub con panchos, un panchoclub, me pareció que es necesario, casi urgente,
declararnos como la Capital Universal
del Amor.