Si, ya sé que antes todo era casette, vinilo, y la adrenalina era distinta cuando algo de eso llegaba a tus manos, pero el otro día me mandaron un compilado de canciones por Internet que me cambió la vida. Hace algunos años, en el auto del Mago, un amigo, escuché por primera vez a Los del Fuego. Al principio, como suele pasar con todas las bandas apenas uno las conoce, no me movió demasiado. Pero el efecto de la música es como la aspirina, va pegando de a poco, de una manera casi imperceptible.
Liderados por el Banana Mascheroni, Los del Fuego tocan
cumbia hace casi treinta años ¿Escucharon eso? El doctor Alfonsín asumía como
presidente en un país lleno de esperanzas y Los del Fuego ya hacían estallar
las bailantas…no, esa no me la creo, seguro hacían boleros, me juego las
pelotas a que en los ochenta imitaban a Sandro, como lo hicieron todos. Pero no
importa, más allá de eso, hoy en día la banda del Banana tiene una filosofía de
vida que me parece letal: convertir en cumbia todo lo que pase por sus manos:
cumbietizar la vida.
Cuando el hámster del bocho se bajonea y me pide el cambio,
yo le doy cumbia. Entonces, apenas empieza a sonar un tema del Banana o de Walter Encina, le encuentro un sentido a todo esto, me dejo de dar vueltas por la casa como un emo y la rueda vuelve a
girar. Pruébenlo, no falla. El compilado que nombré al principio está en You
Tube, se llama Enganchados de Cumbia Santafesina y es algo así como el Nuevo
Testamento de la cumbia. Son veinte canciones pegadas con boligoma que no te
dan descanso, veinte temazos en donde tipos desesperados piden por otra
oportunidad, se mandaron un moco importante y recién ahora se dieron cuenta, y
lo más lindo es que todos ellos saben que ya es demasiado tarde, saben que la
mina ya se está bajando a otro pero igual le escriben una cumbia, como un
manotazo de ahogado, un último tirito para asegurarse de que hicieron todo lo
posible.
A la mañana, apenas me levantó, prendo la máquina y pongo el
compilado al taco. Mientras me afeito dejo la puerta abierta para que la cumbia
me llegue a la sangre. Es como la poción mágica de Panoramix, esos pianitos me
dan una fuerza capaz de cargarme a un campamento romano de un saque. Después, cuando
me ducho y la compileta sigue rodando, me dedico a analizar las letras. Hay
frases que me hacen largar una carcajada. “Soborné hasta tu Virgen para que
ahora me creas”, dice una.
También metí el compilado en un CD, para escucharlo mientras
voy en el auto. No hay nada como ir a la facultad por Constitución, con las
ventanas bajas y la cumbia santafesina retumbando por las callecitas del barrio.
Los travas me respetan. Huelen el olor a bailanta, a chivo, a pancho con lluvia de papas a
las seis de la mañana, a jean ajustado al culo, a birra caliente, y me saludan. ¡Adiós, travas de Constitución! ¡Seguiré
por la ruta de la felicidad!