Mi hermana me preguntó si éramos una familia unida y le dije
que no, que acá cada uno hace la suya. Creo que hablaba por mí pero hablaba por
todos. "Al final estamos solos", me dijo en un 60 otra hermana. Trataba de consolarse
porque cortó con el novio. Yo la escuchaba o me hacía el que la escuchaba, en
el bondi es más fácil hacerse el boludo, con tanto quilombo. En la facultad
también, lo miro a los ojos al profesor y pongo a correr el hámster, me meto en
cualquiera. Tengo demasiadas hermanas, ellas me quieren mucho y yo a ellas
también, pero no somos la famiglia unita, che.
Voy a repetir esto, tengo 21 añitos y soy parte de una
familia en donde cada uno hace la suya. Ahora que pienso, tal vez tendría que
llamar a mi hermana del 60 y decirle tenés razón, perdóname que no te dije
nada, hermana del alma, pero tenías razón, estamos solos y vamos a seguir
estándolo.
Cuando me preguntan la edad, cuando termino de decir 21 añitos la
gente abre la boca y hace algo con las manos, y entonces dos reidores mal pagos
de un programa medio pelo fuerzan una carcajada estúpida. También reboto mucho
en los boliches, eso no me lo explico demasiado. Creo que los patovas son como los
perros que huelen la adrenalina, saben que no quiero estar ahí, saben que ya
me quedé afuera de la society, que anoche me di un baño de inmersión y el vapor
arrugó las hojas de un libro prestado, y me castigan por eso. Ah, qué lindas son
las vueltas de esos rebotes, escuchando el rap triste del taxista…qué hermoso
tocar fondo una y otra vez, ¡cuánta razón tenías, hermanita!
Hay días en que juego a que me pasa algo, pongo cara de
preocupado y me quedo callado por horas, como si algo muy oscuro o muy profundo
me estuviera corriendo por las venas. A veces me preguntan qué me pasa y otras
no, pero yo no lo hago para que me pregunten. Hay nerds que te hablan de un jueguito de play station y te dicen “es hiper real, podés subirte a un bondi, podés andar a caballo, podés
cogerte minitas!” Entonces yo pienso: ¡qué juego de puta madre que es la vida! ¡Podés
jugar al fútbol, onda Soy Leyenda! ¡Podés tomarte un café a las tres de la
mañana y que nadie te rompa las bolas, podés ir al casino medio puesto y pegar
200 mangos!
Pero tengo 21 añitos, me falta demasiado para todo. Apenas hice algunas
cosas importantes, apenas perdí una mañana entera tomando el desayuno con una mina en piyama, bah, una mina con una remera de Mickey que le quedaba enorme.
Pero nada más. Tal vez esté fumando mucho Hollywood, tengo que parar la
perinola, tengo que empezar box con mi amigo Chicho. Ah, Chicho, qué
amigazo, qué bien que corta el pelo, y gratis, no como Ricardo, el de la Bond,
que se fue a cuarenta mangos, no, Chicho me sienta en el baño de su casa, con una
toalla violeta rodeándome el llocue como una boa constrictor, y empieza, trac,
trac, me hace chapa y pintura, y sin cobrarme un peso.
Y lo mejor es que con mi amigo Chicho nos podemos quedar en
silencio durante todo el corte, él sabe de silencios más que yo. Con Ricardo eso no pasa…al
viejo hay que darle charla, es muy cansador. Hay que hablarle de Banfield, de
lo que pasa en la revista que hojeo, hay que preguntarle por su casa en La
Rioja…que bodrio Ricardito.