viernes, 10 de agosto de 2012

Quedamos once


Estoy viendo el partido en la casa de mi amigo. Pero mi amigo no llegó. Se fue a jugar al fútbol cinco y todavía no volvió. Boca juega la final de la Copa Argentina y yo estoy en el piso de arriba, sentado al lado del padre mi amigo, una persona que no conozco, o que si conozco pero que jamás crucé un diálogo en mi vida, o creo que sí, pero nunca más de un hola, un que tal José, como va…nunca más de eso. José, aunque está muy enojado por cómo juega Boca y no hace más que putear y putear a los jugadores, parece una buena persona. Está comiendo un pebete de jamón crudo letal. Daría mi vida por un bocado de ese pebete, no me importa el asado que voy a comer en un rato, yo quiero ese pebete, es el mejor pebete del mundo. 

Golazo de Boca, lo grito como si estuviera en mi casa. Sigue el partido. En un momento, José se queda obsesionado con las medias de los jugadores de Boca. No puede hablar de otra cosa. Son más oscuras que las anteriores, viste, son distintas, y abajo son como transparentes, se notan las canilleras, mirá ahí, ves, y la franja amarilla es más ancha. ¡Joder, son solo medias, José! Le pregunto si está siguiendo los Juegos Olímpicos y él me dice que sí, que es impresionante lo que corre el negro Bolt. Yo le hablo del básquet pero él sigue hablando del negro Bolt, son dos monólogos que ni se rozan, así es la vida, cada uno habla de lo que se le canta la gana, nadie escucha demasiado, o mejor dicho, nadie quiere escuchar demasiado. Pero yo hablo del básquet, hace semanas que solo hablo y pienso sobre el básquet. Es un deporte que descubrí hace poco y verlo me ayuda a liberar tensiones. La pelota entrando en un aro, el movimiento de una pelota que apenas se frena por los piolines del aro pero que luego sigue su trayectoria es algo que me genera placer, es difícil explicarlo, pero eso me produce un placer muy corto, un mini éxtasis, algo que acaba antes de empezar, es casi imposble de explicar, mejor decir que estoy un poco obsesionado con el básquet y punto.

Adiós, José. Llega mi amigo, bajamos y hay otros amigos haciendo el asado. Hoy es el asado de La Risa. Nos juntamos para resucitar algo que estuvo a punto de morir. Se fueron muchos jugadores y otros estuvieron a punto de tomarse el palo. También nos quedamos sin arquero. Eso es gravísimo porque es muy difícil conseguir arqueros buenos, que quieran atajar. Deberían vender arqueros en Mercado Libre, dije yo y alguno se rió. Hace poco, en otra reunión de amigos, alguien me dijo que yo antes era gracioso pero que ahora había dejado de serlo. Todos coincidieron. Lo tomé como algo bueno, nunca confié demasiado en la gente que es conocida por ser graciosa. Ahora sos un emo, me dijeron también. Ahora escribís triste. Ahora es aburrido leerte.

La noche del asado es larguísima. Tiene un montón de capítulos. Creo que ya puedo ir cerrando el del asado mismo. Mientras comíamos nos propusimos levantar al equipo con lo que quedaba. Hablaron casi todos. Nos dimos cuenta de que quedábamos once justos, no teníamos suplentes. Entonces a mí se me ocurrió otro chiste: tenemos que armar el once ideal, dije, y esta vez nadie se rió.

Nos subimos a los autos. Cuatro autos vuelven al centro por la autopista, a mil por hora. En algunos se pone cumbia y en otros no hay música, van hablando, o van callados, mirando los aviones que pastan en el aeropuerto. Caemos en un boliche y rebotamos, es lo que más me divierte de los boliches: no entrar. Así que vamos a lo de mi amigo Gorga a tomar algo. Me había olvidado de aclararlo, ésta es la última noche de Gorga, mañana se va a Ohio por tres años. Se respira un poco de tristeza, un amigo agarra un vasito para licor y lo llena de whisky y le dice Gorga, este fondo es por vos. Yo lo sigo. Al rato vamos cuatro fondos cada uno, todos por Gorga. Definición por penales, dice uno. Ahora estoy por patear el quinto. El vaso es la pelota, dice uno. Mi boca es el arco, dice otro. La fuente de metal ya sin hielos que me acercan por si quiero vomitar es el juez de línea, digo yo. Y la botella de agua de la que tomamos después de cada fondo es el jugador con el que te abrazas después de meterla, dice finalmente otro y el chiste ya no se puede estirar más.

Ahora el relato entra en una zona nebulosa. Estoy en un auto. Estoy en un bar. Estoy abrazando a una amiga de mi ex. Estoy en la calle. Estoy en el auto de nuevo. Estamos por dejar a Gorga en su casa.

Yo recupero un poco la consciencia cuando caigo en la cuenta de que es la despedida, de que ya mañana no lo voy a ver. Nunca me gustaron las despedidas. Me bajo del auto y agarro un cascote de una obra en construcción. Que hacés, me dice el que maneja. Gorga no se va, le digo, vamos a romper todo, avanzá.