sábado, 14 de julio de 2012

Balvanera




Otra noche de cerveza en Córdoba 2244, esa dirección que a mi abuela le sonaría a musiquita de espera, a paso de tap. Nadie le prestaba atención a mi abuela, pero ella aseguraba que podía ver con sus propios ojos algunas canciones. También decía que los olores tenían textura. Era una bruja con poderes inservibles, mi abuela, pero nadie le prestaba atención. Decía, Cordoba 2244, el Bunker de la Alegría, el refugio de las tres de la mañana, cuando la ciudad se torna violenta. Pero nosotros, a resguardo, viajábamos en el tiempo y jugábamos al Dígalo con Mímicas. Rambo, Volver al Futuro, La Bella y la Bestia... las pibas desfilaban como en un programa de televisión y se decían películas al oído. Se reían para las cámaras. Todos nos reímos para las cámaras. La cerveza corría por las gargantas y las prendas eran las mismas que las que jugaban nuestros padres, vos y vos sáquense las remeras, vos saltá durante quince minutos, y risas, más risas para Tinelli que lo mira por tevé, y el Bunker que a esta altura brillaba como el oro. Más tarde nos aburrimos de gritar y de chocar las cinco o las diez y entonces alguien cantó bingo, vamos todos al bingo, pero no había pasta, así que salimos al frío de Julio y los más cancheros, los de remera, los de camisita, se congelaron hasta el espíritu. Caminamos, rebotamos en los bares, dejamos una Quilmes al pie de un arbolito para que la mate algún ciruja. Córdoba 2244 ya quedaba lejos en el tiempo, y entonces nos esparcimos por el centro como hormigas.