jueves, 5 de abril de 2012

La 29

Los locos y los adictos lograban abstraerse por completo hasta un punto en donde nadie molestaba a nadie. Al fin y al cabo era como un largo pasillo de gente tomando merca, o una droga más potente aún que se mide en fichas de muchos colores. En ese antro de humo y empleados de chaleco amarillo aterrizamos con Chicho y Miatello. Miramos las jugadas ajenas, había que poner cara de entendidos como Mel Gibson en Maverick. Miatello se metió en una mesa y le limpiaron hasta los calzoncillos. Con Chicho seguimos sus pasos. Nuestra plata valía menos que una sola baldosa de todo ese gigantesco bólido flotante. Ya nos estábamos yendo cuando rascando un bolsillo se me cayeron dos pesos. En una ruleta del demonio transformamos ese Mitre en veinte, luego en cincuenta y luego en 30. 30 al color, 60, y nos vimos…así que pedimos un taxi de oro que le fue metiendo el dedo en la llaga a la ciudad, traspasando sin asco calles tremendas y desiertas, la 29, la 1 que bordea el mar, la 12, la de la iglesia, y alguna que otra más hasta que llegamos a la ruta que nos devolvió al pueblo.