sábado, 24 de marzo de 2012

Whisky

Vamos andando, eso es, el Megan avanza como un Daytona aunque Ivan tenga miedo de que palme por la nafta, la luz de reserva brilla en el tablero. Benjamín, en el asiento de al lado. Atrás vengo yo como un perro inquieto sacando la lengua por la ventana. Me inquieta la noche, me fascina la noche trascendental de Buenos Aires. Ahí viene el chiste, Iván se baja y Benja agarra el volante, llevame al más más allá le digo. Yo tengo un hermano, en este mismo instante dejo de escribir y entro a su cuarto para robarle dos cigarrillos a su novia. Él me pediría que no toque los cigarrillos de su novia, pero nada más indefenso que una persona durmiendo. Benja me empuja del auto, consulto con un par de muchachos de seguridad para llegar a destino. Por fin llego, las luces y el ruido rebotando por todas partes. Hay una morocha sublime que pide recargar un fernet en la barra. La morocha enfila para mi radio, de repente me dice que no me conoce y a cada segundo se vuelve más...más. Me pregunta por mi vaso, y cuando le digo que es whisky con dos hielos larga una carcajada idiota. Pienso en no sé quién. Ya conozco a esa morocha, figura en mi base de datos. Lupa, o Lupi. Más tarde se la tragaría el humo que largan unas cajas negras. Yo me encierro en el baño a dejar la vida, luego de vomitar algo violeta me acomodo en un rincón del cubículo a ver las perspectivas. Salgo, ya se hizo tarde. Bajo las escaleras apurado y siento que algo me asalta por detrás. Pensamientos absurdos de una noche inteligible. O ninjas silenciosos que siguen mis pasos. Pero ahí estoy, tomando capuccinos de máquina a monedas, escuchando recitados mientras los pocos que quedan vivos me miran pasar.