lunes, 23 de mayo de 2011

¡Record!


Ni bien aparece me aclara que todo esto le parece al pedo, una mierda que no sirve para nada. Estoy seguro de que yo también le parezco una mierda que no sirve para nada. Qué muchacho, si todo esa inteligencia malvada que tiene ahí dentro la usara para hacer el bien se llevaría el Nobel todos los años. De todas maneras se sienta y me clava esa mirada de cera que tiene, y luego pide una cerveza y una hamburguesa completa y un cenicero que van totalmente a contramano de mi cortado y mis dos medialunas de grasa. Pienso: qué mañana chota. Pienso: lo único que me faltaba, tengo que competir con un Blackberry. O una Blackberry, qué se yo.

El problema es que ayer la televisión lo enfocó justo cuando éste le descargaba una montaña de insultos al arquero de River. Tres millones de personas lo vieron, puteando, la cara violeta, los joggings y la campera de River, las manos a los costados de la boca haciendo de megáfono para que los insultos llegaran más directos. ¡Carrizo hijo de una gran puta, fracasado, nos vas a mandar a la be!. Y ahora tenía que dar la cara.

El Blackberry se prendía fuego, algunos le daban su apoyo pero la mayoría lo mandaba a la mierda.

---

El Bebé y yo fuimos unos de los tres millones que lo vimos. Primero vino la cagada de Carrizo. El partido venía siendo raro, River ganaba uno a cero pero parecía que estaba goleando. Quiero decir, todo parecía estar cerrado, los de San Lorenzo ya no corrían. Es por eso que no prestábamos mucha atención a lo que pasaba. El Bebé hablaba de enfermos mentales. O no. Creo que hablaba de discapacitados. En un momento yo me acordé lo de la tía de Chicho y se lo conté. La tía de Chicho se está quedando ciega de a poco. Las personas se transforman en figuras, las figuras en sombras, las sombras cada vez más oscuras. La tía dice que hubiese preferido toda la vida haber nacido sin ver, y va por la calle puteando a todo el mundo, o puteándose a ella misma, eso me contó Chicho y yo me quedé callado por unos minutos. Lo mismo hizo el Bebé. Luego dijo qué tremendo, o qué duro, pero lo dijo en serio, y entonces llegó el tirito de media distancia y a Carrizo se le escapó la pelota de las manos y se le metió. Volvió el silencio, un silencio que duró treinta segundos, casi un minuto, un silencio que se metió en todos los rincones del departamento del Bebé, un silencio que era mucho más grande que el anciano grito de gol de Araujo, un grito de gol en silencio. Y luego, como si hubiese explotado una bomba, estallé en una carcajada. Me tapé con un almohadón, avergonzado, aunque igual era lo mismo, temblaba de la risa como una gelatina. Sé que el Bebé y toda su existencia me odiaron, de hecho yo también me odié.

Cuando terminó el partido y los jugadores se iban al vestuario apareció Roberts enajenado, mientras Carrizo empujaba a los que venían a saludarlo en señal de apoyo y le daba besos al escudo de la camiseta. Era un circo digno de verse.

---

De fútbol no hablo eh, me dijo Roberts prendiéndose un cigarrillo. Me cagó, tenía planeado arrancar por ahí. Pensé en sus escándalos, tal vez podría preguntar por ese lado, Roberts es como una placa de Crónica hecha persona, pero a la mierda, un buen periodista no le teme a nada, así que le mandé si este era su último año en La Risa de Jose.

-Che forro, ¿no me escuchas cuando hablo?, te dije que de fútbol no hablaba.

¡Record! La entrevista más corta del mundo. Roberts se metió la Blackberry en el bolsillo y se fue sin saludar. Creo que no tengo plata para esa hamburguesa, pensé.