miércoles, 2 de febrero de 2011

Pantera



Canchero el hombre. Se ve que las vacaciones le dieron un buen empujoncito a su autoestima. Me ve llegar y me recibe con un otra vez vos. Y me lo dice con la mirada eh, mirá si va a gastar palabras en mí. Lo noto más flaco, y sus brazos parecen haber ganado músculo.

Miguens sonríe como si estuviera posando. Lo hace tantas veces que termino mirando a mi alrededor en busca de una cámara. Lo vuelvo a mirar a los ojos y me doy cuenta de que lo extrañaba y de que él a mí no. Miguens no me quiere, no me tiene paciencia. Se lo dije un día en el sillón colorado de casa y me mandó a la mierda.

-No hables boludeces. Lo que pasa es que si a vos no te festejan un chiste te pones a llorar como un chico.

Tenía razón, pero no se lo dije. Mierda que se lo voy a decir.

Miguens apura el culo de una Quilmes y me pregunta si estoy para otra a medias, pero no, gracias. Yo ya sé que tarde o temprano me va a venir con lo de Corfano, aunque no le digo nada, lo espero, intentando adivinarle la jugada.

-Estuve con Osvaldo. Osvaldo Corfano ¿Te acordás?

¡Mirá vos! Ensayo varias carcajadas pero ninguna me sale verdadera. Miguens comienza a desplegar el cuento. Lo estuvo masticando toda la tarde y ahora me lo escupe orgulloso. El relato, más alla de las eses y otras consonantes ausentes, es una obra de arte. ¿Y la mujer? ¿Pasable? La mujer estaba cuatro puntos, aunque rápidamente Miguens se corrige y le regala un cinco. Pero muy piola, la mina. Despierta.

Miguens va jugando todas sus cartas y yo todavía ni mire las mías. Se da cuenta, se desespera un poco. El verdugueo inicial, la sonrisa fotográfica, todo eso se le escurre como arena entre los dedos.

Ahora ya no sé si está tan flaco.

-Había una mina...una cinturita, unas piernas, vos te caías de culo. Chilena, y me daba cabida, e. Pasa que...(se señala el índice, mostrándome un anillo invisible)

Me imagino a la chilena. Mejor dicho, me imagino a Miguens en los ojos de la chilena. Qué ven cuando ven a Miguens, qué ves cuando me ves, esa masa compacta, cientocinco kilos uno arriba del otro metiendo miedo pero no tanto, porque esos ojos verdes, seguro la chilena habrá comentado con una amiga los ojos verdes, parece una pantera, habrá dicho.

Le propongo hablar del equipo. De entrada, me confiesa que lo ve muy perdido al Capitán. Sale de un laberinto y se mete en otro, esa fue la frase que usó. Poray es mejor que se tome un descanso, che, sacarle responsabilidades, agrega. Ningún boludo este Miguens, haciendo campaña política sentado en el living de su casa, quién iba a decir. Me pide que hable con él, pero hablá vos, Gordo, yo a Gorga lo veo igual que siempre.

Pantera Miguens al acecho de venado Gorga.

Vuelvo a la chilena. Me pregunto si realmente le habrá dado cabida o si fue mera fantasía miguensiana. Jamás conocí una chilena, pero me imagino que deben ser muy histéricas. Y traidoras, pero ese ya es otro tema.

Miguens se despereza en un sillón que desde donde estoy parece ser la cosa más incómoda del mundo. Me relojea, me estudia, sabe que ha perdido el control, y eso que está de local. Ahora soy yo el que lleva la manija de la conversación, yo tiro los chistes y él debe reírse, yo ataco y la pantera se defiende, la están acorralando por primera vez.

-Así que te dormiste con un bombón chileno
-...
-Pasa que vos apuntas muy alto, gordito.
-¿Y boina?
-A mí déjame tranquilo. Siempre fui de paladar negro.
-Sí, muy bien no te fue con ese paladar...

Se resiste la pantera, echa los últimos tarascones mientras la sangre corre por debajo del cuchillo, empapando el negro pelaje.

-Gordo, vos no habías dicho que te ibas a poner en forma? Con esa panza te vas a cansar de comer banco, hermano
-...

Los rugidos se transforman en maullidos, los maullidos en quejidos. Agoniza el puma, y muere.